El género epistolar siempre tiene su atractivo malsano, ese que nos lleva a deleitarnos con la correspondencia privada entre dos personas o, en algunos casos, los correos electrónicos que hicieron a Hillary Clinton perder las elecciones frente a Donald Trump. Dios, ojalá el género epistolar no hubiera tenido ese atractivo malsano.

Quien sin duda sí lo tiene es esta novelita suave, ligera y encantadora que no es ni siquiera una novela en la medida en que no tiene argumento y, al mismo tiempo, sí cuenta una historia. Y es bella. Es una bella historia. Es la historia de la guerra y de la literatura. Es la historia de la naturaleza humana y del amor por los libros. Y a todo el mundo conviene leerla.

Fue la primera tertulia en inglés (book discussion in English) que hizo el Club del Libro Ciervo Blanco en Madrid, y fue un acierto leerla con ellos. Helene Hanff dibuja sin saberlo en 84, Charing Cross Road un boceto amable y digno de todos aquellos que amamos los libros.

Y aunque se lea rápido, y aunque encante tan rápido como se olvida, hay algo en su fugacidad similar al viaje de una carta: se entrega rápidamente, pero sus palabras pueden venir a quedarse toda una vida. Para mí, «84, Charing Cross Road» tiene un valor peculiar, único y distinto, y ha viajado a mi lado, en mi equipaje -nunca mejor dicho: en mi bagaje- a lo largo de los años con un sello especial: el de los libros que siempre recomiendas, el de los libros que, cuando alguien les menciona, hacen que se te iluminen los ojos y tengas que hablar de ellos. No se repetirá quizá la book discussion de Ciervo Blanco sobre la obra de Helene Hanff, pero sin duda se repetirá su lectura en muchas casas donde se amen los libros, y es la clase de páginas para las que quieres dejar tu buzón abierto.

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