Diría que tengo emociones contradictorias sobre este libro de no ser porque, precisamente, el gran problema de la novela es que no genera emociones. Quizá por la forma en la que se estructura, con personajes nuevos en cada capítulo, de forma que no hay continuidad que te permita empatizar con ellos. Y sí, lo que les sucede es brutal, y terrible, y lamentable, pero hay poco que te anime a sentirte herido cuando a ellos se les hiere, a indignarte cuando se les indigna, a sufrir cuando los protagonistas sufren. Este efecto de desapego respecto a los personaje es mayor, si cabe, por el estilo adusto con el que está escrita. El estilo es serio, formal, adecuado, correcto. Y ya está. No arriesga, no innova, no es peculiar, no es ni siquiera una copia de otros estilos arriesgados de los que haya podido beber y crecer. Sencillamente, es una escritura formal y válida, estricta y depurada, como la que podría tener una estudiante universitaria escribiendo un ensayo: es correcta, sí, y no está «mal escrita» en el sentido de que la gramática puede llegar a ser elaborada y el vocabulario amplio, es sólo que no dice nada más allá de las palabras, no transmite nada, y por tanto se queda a las puertas de un tono poemático que pudiera darle alas, de una estructura más arriesgada y compleja que le diera profundidad, de un estilo literario más cercano -o incluso más lejano- que transmitiera un sentido que superara las frases. No es así. No es así y se queda corta, como que le falta un toque mágico, un deleite que no sea purista, porque tal cual está, parece que la autora estuviera acojonada, que hubiera escrito la novela aterrada de hacer algo mal, de cometer algún error, y se hubiera pasado frase tras frase intentando hacerlo «bien», con un estilo educado y adusto. Válido, sí, y por ese mismo motivo soso y mediocre.
Un punto a favor es el tratamiento de las escenas de violencia. Cómo se muestran las vejaciones, los sufrimientos, las penas. No son gratuitas, están ahí porque deben estar, y no hay recreación en el dama, no se dramatiza en exceso, no se sobre-dramatiza. De algún modo, el hecho de que se muestre la verdad desnuda de las desgracias, sin adornarlas, le da más valor a esas verdades. Conocemos así una realidad triste, descerebrada, terrible, que es parte de nuestra historia como humanos y que va más allá de fronteras y continentes: nos afecta a todos como especie. Tiene, por tanto, una función educadora, ilustradora, al mostrar a los lectores la horrible situación a la que se sometió, a muchos y distintos niveles, a la población africana. No sólo se lo pasa uno bien en las tertulias literarias Ciervo Blanco con libros como éste, también se adquiere una visión única que no hubiéramos alcanzado, primero, al no leer, y segundo, al no ponerlo en común con otros.
Nos riega, además, la sesera de imágenes poderosas, de sucesos literarios que nos plenan, y en los breves instantes en los que la autora consigue transmitir algo más allá de una descripción anodina, la situación que se nos muestra nos llena tan notablemente que nos cala hasta el punto de llevar lo leído después, más allá del libro, más allá del libro cerrado, a nuestras calles y casas y oficinas, con nosotros, y no sólo a la tertulia literaria en inglés o a la que se hizo en castellano en Madrid sobre Homegoin. Pero sólo en esos breves momentos lo consigue, y el resto es pulcro coser de historias sin gracia y literatura sin arrojo.
Hay, por otro lado, una suave constancia de visión global, en la medida en que en unas cuantas páginas, en unas cuantas generaciones, se nos revela la crueldad y la comicidad de la Historia, con mayúscula, cuando todo puede cambiar en el rango de unos años, cuando tener una vida de mierda y maltrato o llevar una vida sosegadamente privilegiada depende sólo de una breve distancia temporal, de unos cuantos años, de unas cuantas décadas, porque haber nacido en un momento dado lo define todo, y los humanos tardamos en aprender.
No voy a hablar de racismo. Yaa Gyasi lo hace estupendamente bien sin tener siquiera necesidad de mencionarlo. ¿Para qué mencionar lo que está en todas partes? Es un tema para tratar con una taza de café en la tertulia del club de lectura Ciervo Blanco , sabiendo que hay quienes han muerto y sufrido por hablar precisamente de lo mismo, en otro tiempo, en otro contexto.